miércoles, 30 de abril de 2008

TRUJILLO

Murió hace poco un querido amigo trujillano integrante del club H.D.P. (Habladores de Paja) del cual soy honrosamente presidente vitalicio y más honrosamente fundador.
Guillermo (el “memo”) Zuleta protagonizó una de esas escenas que lo dejan a uno sin comentarios y aún sin gestos.
A propósito de una charla que habíamos tenido respecto al interés que nuestros padres nos habían dispensado, “memo”, integrante de una numerosa familia (era uno de “sopotocientos”(en trujillano) hermanos) nos refirió la siguiente anécdota:
“Sintiendo la falta de atención de mis padres, decidí irme a Caracas, a casa de una tía, sin avisar. Durante tres meses intenté adaptarme al fárrago capitalino pero ( )( acá hay reflexiones dignas de un tratado sociosicológico del ambiente caraqueño), me resultó imposible por lo cual decidí regresar.” “Una vez en la puerta de mi casa, la valija en el suelo, buscando la llave, sale mi padre quien al ver la situación me dice:”usté vá pa´onde?

sábado, 26 de abril de 2008

Anécdotas de un pueblo (dedicado) al santo Pepe

El afán por hacer dinero para complacer a las mayorías que exigen ese “éxito”que a su vez alguien les exigió puede llegar a ser patético, triste y en algún caso hasta gracioso.
Tal el ejemplo de un “emprendedor” joven negociante pepiano quien comenzara su saga como ayudante de su padre en el “Almacén de ramos generales” que éste último poseía en el centro de Santo Pepe. Casi huelga decir heredado a su vez de su propio padre y así…
Su ambición y la circunstancia que se ponía de moda la televisión y los aparatos de radio portátiles (Ah! incrédulos jovencitos… si, hubo una época en que los aparatos de radio eran inmensos, pesados y de ninguna manera portátiles) lo llevaron a hacer cursos de electrónica y antes de dominar las técnicas apropiadas instaló en el fondo del comercio el “Taller de reparaciones y service de radio y T.V.”
Por supuesto este rimbombante y redundante texto fue plasmado en tremendo cartel debajo del original “Almacén de ramos…etc.
Al poco tiempo se hizo evidente que el negocio, debido a la ineficacia de su dueño, no prosperaba.
Tras varios intentos de mejoras y comprobando lo inútil de las mismas nuestro héroe se dedicó a realizar estudios de mercado.
Encontrada al fin la veta que consideró prometedora se aplicó con ahínco a la misma… Al cabo de un tiempo pudo verse al frente del local y casi cubriéndolo por completo: ALMACÉN DE RAMOS GENERALES”FULANITO”
TALLER DE REPARACIONES Y SERVICE DE RADIO Y T.V.
ANEXO VENTA DE POLLITOS “BB”

domingo, 6 de abril de 2008

Anécdotas de un pueblo (dedicado) al santo Pepe

TO BE OR NOT TO BE…


Durante esa edad, que uno (luego de muchos años) descubre lo maravillosa que fue (snif…), entre otras cosas, hice teatro. Esto último fue muy presuntuoso, en realidad intenté hacer teatro. Y a pesar de haber tenido profesores prestigiosísimos, mi dicción era espantosa. Estuve hablando con un lápiz entre los dientes muchos meses e intentando articular bien pero no mejoré mucho y el esfuerzo por hacerme entender me “sacaba” de personaje. Luego de un “Eric” en “Ha llegado un inspector” (vamo’arriba Priestley) y algunas farsas medievales, decidí que lo que mi vocación me dictaba era la luminotecnia… Debo aclarar que en el teatro de Sto. Pepe la instalación eléctrica estaba muy deteriorada y los reóstatos no funcionaban (no, en esa época no existían dimers). (Y QUÉ?!!!!!) No me conformé con la carencia y en una obra de la cual no recuerdo ni el nombre (sí tengo la noción que no valdría la pena) que comenzaba con un amanecer (canto de gallos etc., así era de espantosa) decidí utilizar un balde con agua salada y los extremos de los cables sumergidos y cada vez más próximos que incrementaban poco a poco la intensidad de la luz. Resultó perfecto. Solo quedaba solucionar el natural cambio de colores. Los reflectores involucrados estaban en el escenario (detrás de unos matorrales). El problema era tremendo. Pero para qué uno tenía una novia tan linda como dispuesta... Sí, la Graciela se lo pasaba todo el primer acto escondida tras los matorrales luego del cambio de bastidores con los distintos colores.
P.D. Leyendo entre líneas veo que me preocupa un poco el paso del tiempo. (Y QUE?!!!)

Anécdotas de un pueblo (dedicado) al santo Pepe

Cornelio Quevedo (juro que era su verdadero nombre) era un tipo desconcertante. Con mencionar que “sacó” la grande de la lotería dos veces el mismo año alcanzará para empezar a conocerlo.
Calvo hasta las rodillas y un poco regordete, cuando recibió la herencia de un tío al que casi no conocía, atendiendo el consejo de un sobrino se compró un automóvil. (Esto no es raro; un primo mío le regaló a su madre una pelota de fútbol).
Ya entrado en años, aprender a manejar le resultó ardua tarea. Que ni siquiera completó. En efecto, quedó debiendo su talón de Aquiles: “la maldita marcha atrás”.
Practicó durante unos meses y no hubo caso, seguía sin dominar ese engendro del demonio y aún parecía empeorar.
Ansioso por recorrer las rutas de la Patria, se atrevió a pesar de todo a dar el examen que exigía la licencia de conducir.
En Santo Pepe todo el mundo se conoce, por lo que el trámite se iba cumpliendo sin mayores sobresaltos hasta que llegó la prueba práctica.
Le tocó un inspector joven que parecía incorruptible, lo que dio al traste con sus planes de “coimearlo”. Cambiando entonces la estrategia, cuando le llegó la tan temida orden: -“Estacione marcha atrás”, poniéndose furiosísimo, le increpó:
-Mirá mocoso, vos sos muy gurí y no me conocés pero si estuviera aquí tu padre, él sí sabría que Cornelio Quevedo no retrocede ni para tomar impulso!!!
Increíblemente le fue otorgada la “libreta”

jueves, 3 de abril de 2008

No tiene título

Dicen los chinos que vale más una imagen que mil palabras. Yo pude comprobar que vale más una sensación que mil imágenes.

“LA PRIMERA VEZ QUE ARTUR NAVEGÓ”

Decir que era un día caluroso en el lago de Maracaibo es una redundancia; todos los días del año son calurosos en el lago de Maracaibo.
Había yo invitado a un terrestre absoluto a navegar en el “Charrúa”.
El terrestre era mi amigo Artur, ávido de “aventuras”.quien jamás había pisado la cubierta de un velero.
El “Charrúa” era mi gran pasión.
Copiando de aquí y de allá, lo había diseñado. Aprendiendo el oficio de laminador y adaptando algunos conocimientos lo había construido. Y ahora lo navegaba como se hace el amor a la mujer que se ama.
Para disimular nuestra propensión al juego poco serio de la navegación sin miras comerciales habíamos llevado cada cual un hijo. Es decir: era un viaje “pedagógico”.
Era nuestra intención cruzar el lago por lo que nos embarcamos temprano.
En Venezuela “temprano” es a las 8.00.
Quiso la suerte que no soplara la más leve brisa, cosa que agradecí ya que me permitió presenciar una de las transiciones más increíbles en el estado de ánimo de un individuo.
A dos horas de la costa apagué el motor para esperar la brisa o regresar.
El silencio enfatizó el bochorno. Los chiquilines se habían tendido en la proa a la sombra del foque; Artur y yo en la bañera buscábamos algún tema de conversación que conjurara el aburrimiento.
La vela mayor cada tanto cambiaba de amura con un blando golpe cansado.
Los “buchones” nos despreciaban, desconsiderándonos fuente de algún interés.
Ni siquiera los delfines, esos fieles compañeros de los veleros, nos visitaban.
Cuando ya pensaba renunciar y encender el motor para trasladar el fracaso a un buen ron con coco, vi a lo lejos rizarse la superficie del lago. Con premeditación y alevosía le pasé la caña del timón a Artur y me quedé mirándolo. Ajeno totalmente a lo que se venía, seguía con sus ojos semicerrados y el gesto de aburrimiento total.
Cuando el viento llenó la vela y escorándo un poco lanzó las dos toneladas del “Charrúa” ¡en absoluto silencio! a diez nudos dejando tras de sí una espumante estela, la cara de Artur se transfiguró y mirándome para comprobar en mi sonrisa que todo estaba bien, asumió el mágico poder y lanzó una carcajada bien venezolana y un más venezolano ¡¡coño’e madre!!-