martes, 7 de agosto de 2012

Helado de vainilla y lima

Hace ya mucho tiempo que trabajo en esta morgue; tal vez por eso no me conmueven los muertos que llegan a menudo. Ni siquiera el hecho de que siendo éste un pueblo turístico con el acento puesto en los deportes extremos como el alpinismo, alas delta, parapentes etc. la mayoría de los difuntos son gente muy joven. Hace poco sin embargo sucedió algo que me hizo trastabillar y reconsiderar mi permanencia acá.
Mientras el personal limpiaba un alud encontró un cuerpo congelado que luego de ardua investigación pudo identificarse como el de un escalador desaparecido hacía treinta años. Hasta ahí nada demasiado diferente a otros casos y me resultó casi rutinario. Lo que me sacudió hasta la médula fue la llegada de la viuda para reconocer el cadáver. Fue terrorífico contemplar a una viejecita de setenta años llorando sobre un apuesto joven de treinta y cinco.

7 comentarios:

juan pascualero dijo...

Por si alguien preguntara, el título se refiere al capítulo XXX de "El vino del estío" (Dandelion wine) de Ray Bradbury. Páginas emotivas en las que la gran sensibilidad del autor recoge la angustia que produce el desfasaje temporal entre almas (y cuerpos), otra de las formas en que la vida se encarga de prohibir el amor.

andal13 dijo...

Reconocí el sabor del helado.
Y del vino.

Notable.

juan pascualero dijo...

Bienvenida al club.

Fernando Terreno dijo...

Qué lo parió. Tuve que hacer de nuevo este comentario porque me había desecho en alabanzas que debí cambiar de sobre y redireccionar a don Ray B.
Estaba intrigadísimo por que vine desde la foto del esqueleto directo al empleo de la morgue y me estaba preguntando qué pasaba, si era un segundo trabajo o qué.
Caí como un chorlito.
Ahora sólo me queda decirte que sos el mejor agente literario que tiene RB por estos pagos y reconocer que no somos nada.
Un abrazo.

Fernando Terreno dijo...

ucaicoErrata.
He pegado una primera lectura a la historia de Helen y William en El vino...
Esto me oblliga a rescatar otra vez la carta y mandársela al destinatario original: ¡Clap, clap, clap!36

Extraordinario tu cuento. Tanto me gustó que te pido autorización para ponerlo en La Pulpera.
La palabra parapente me había llamado la atención y pensé en algún anacronismo.
Ni falta hace decir que ya tendría que estar viajando a algún concurso de microcuentos.

Resumiendo: ¡felicitaciones!

juan pascualero dijo...

Fer.: Como casi todo lo que me atrevo a escribir, esta anécdota es real o casi. Me la contó un amigo italiano hace tiempo y ahora apareció exigiendo que la contara.
Gracias por los elogios (por inmerecidos que sean).

Vachi dijo...

Me encantò