jueves, 3 de abril de 2008

No tiene título

Dicen los chinos que vale más una imagen que mil palabras. Yo pude comprobar que vale más una sensación que mil imágenes.

“LA PRIMERA VEZ QUE ARTUR NAVEGÓ”

Decir que era un día caluroso en el lago de Maracaibo es una redundancia; todos los días del año son calurosos en el lago de Maracaibo.
Había yo invitado a un terrestre absoluto a navegar en el “Charrúa”.
El terrestre era mi amigo Artur, ávido de “aventuras”.quien jamás había pisado la cubierta de un velero.
El “Charrúa” era mi gran pasión.
Copiando de aquí y de allá, lo había diseñado. Aprendiendo el oficio de laminador y adaptando algunos conocimientos lo había construido. Y ahora lo navegaba como se hace el amor a la mujer que se ama.
Para disimular nuestra propensión al juego poco serio de la navegación sin miras comerciales habíamos llevado cada cual un hijo. Es decir: era un viaje “pedagógico”.
Era nuestra intención cruzar el lago por lo que nos embarcamos temprano.
En Venezuela “temprano” es a las 8.00.
Quiso la suerte que no soplara la más leve brisa, cosa que agradecí ya que me permitió presenciar una de las transiciones más increíbles en el estado de ánimo de un individuo.
A dos horas de la costa apagué el motor para esperar la brisa o regresar.
El silencio enfatizó el bochorno. Los chiquilines se habían tendido en la proa a la sombra del foque; Artur y yo en la bañera buscábamos algún tema de conversación que conjurara el aburrimiento.
La vela mayor cada tanto cambiaba de amura con un blando golpe cansado.
Los “buchones” nos despreciaban, desconsiderándonos fuente de algún interés.
Ni siquiera los delfines, esos fieles compañeros de los veleros, nos visitaban.
Cuando ya pensaba renunciar y encender el motor para trasladar el fracaso a un buen ron con coco, vi a lo lejos rizarse la superficie del lago. Con premeditación y alevosía le pasé la caña del timón a Artur y me quedé mirándolo. Ajeno totalmente a lo que se venía, seguía con sus ojos semicerrados y el gesto de aburrimiento total.
Cuando el viento llenó la vela y escorándo un poco lanzó las dos toneladas del “Charrúa” ¡en absoluto silencio! a diez nudos dejando tras de sí una espumante estela, la cara de Artur se transfiguró y mirándome para comprobar en mi sonrisa que todo estaba bien, asumió el mágico poder y lanzó una carcajada bien venezolana y un más venezolano ¡¡coño’e madre!!-

5 comentarios:

Germán dijo...

Leía en un comentario que dejaste en lo de Rossana que sólo escribís de experiencias y sueños. Este texto bien puede ser de los dos. Muy bueno. Un abrazo.

juan pascualero dijo...

German: es un honor tu visita. En los Andes Venezolanos dirían "Que comeis que adivinais?"

Unknown dijo...

Juan:
Precioso esto. Te juro que lo vi al venezolano prendido al timón y le vi patente patente la expresión y pensé qué guacho vos que tanto escribís como tocás el corno construís un velero o una casa flotante.¿Puedo ser tu amigo?

PD: Gente, el juan hace todo eso de verdad.

Unknown dijo...

Y hace muchas más cosas.

juan pascualero dijo...

Santi: Podrías ser mi amigo, el inconveniente radica en que ya lo sos y uno de los más queridos. y basta de tantas flores que la gente puede pensar otra cosa.