sábado, 30 de julio de 2011

Simplemente lindo.

Publiqué esta foto para rendir tributo al olvidado arroyo Cufré, puerto natural para los pescadores artesanales del río de la Plata (y como se puede ver, para los aprendices).

jueves, 28 de julio de 2011

Sistema...

A propósito de un programa televisivo de “divulgación” científica, me sucedió algo que considero pertinente contar.
“Universo” o “Secretos del universo”, presentado por Morgan Fridman se refería en el capítulo que vi a la posibilidad de los viajes en el tiempo. A propósito de esos programas Stephen Hawking sugiere que dediquen más tiempo a la instrucción y menos al entretenimiento. (je! Hawking y yo pensamos igual)
Sin dar mayores explicaciones pero con un gran arsenal visual y sonoro, expone algunas teorías y termina con la posibilidad de un “viaje” virtual que proporcionarían las computadoras en el futuro.
Al llegar a este punto yo estaba casi dormido, lo que quizás explicaría lo que sucedió.
En ese estado comencé a desarrollar un sistema para viajar al pasado. Ya que nuestro cerebro es como una computadora, nada impide cargarlo con datos referidos a algún momento y así lo hice.
Recordé un verano caliente, mis cuatro o cinco años, estar echado en el zaguán de mi casa buscando el fresco de las baldosas, la molestia que me producían mis huesos aplastando la piel de mis flacos codos y rodillas... lo estaba logrando, todo era absolutamente vívido... hasta que de pronto sentí en mi cara el roce de una cola peluda ¡Era mi gata! la “Pirucha” Fue tan real que el susto me despertó totalmente y desvaneció la escena. No lo he vuelto a intentar pues me dá un poco de miedo pero aseguro que los viajes al pasado son realizables.

jueves, 21 de julio de 2011

soledad...

Cada tanto se la veía caminando por las calles de Sto. Pepe. Su vestido que alguna vez fué blanco, los cachetes pintarrajeados, el agujero ominoso donde antes, tal vez, hubo una sonrisa resplandeciente, y sobre todo los ojos en los que se adivinaba la pasada cordura, ponían una nota inquietante en las calurosas y monótanas siestas del verano pepeño.
Nunca pude saber a que se debió su locura. Circulaban fantasiosas versiones acerca de su pasado pero como coincidían con historias mil veces repetidas no les di crédito.
Hubiera sido difícil crear un aspecto más patético pero ella lo logró, siempre llevaba en su mano una flor... Provocaba ternura pero su aire ajeno nos decía que nadie podía entrar en su mundo. Yo hubiera hecho cualquier cosa por arrancarle una sonrisa que la devolviera a la vida.
Sin embargo una vez, solo una vez, sonrió... Por escasos minutos me lo perdí.
Pasando de madrugada frente al velatorio municipal, advertí que algo raro sucedía ya que entraba y salía gente rápidamente y hablando fuerte, cosas inadmisibles en un sitio así.
Obedeciendo a mi pepiana curiosidad crucé la calle y pregunté...
-”No lo va a creer, estaban velando a Juana la loca y de repente se sentó en el cajón, miró a su alrededor, vió las velas, las flores... y sonrió. Después cayó hacia atrás, esta vez muerta de verdad”