domingo, 25 de mayo de 2008

Anácdotas de un pueblo (dedicado) al Santo Pepe

En Santo Pepe sucede casi de todo. Solamente se requiere estar presente en el momento de los hechos pues la versión contada difiere enormemente de la real. No quiere decir esto que los pepianos sean mentirosos. Es que son en su mayoría poetas o filósofos y ya se sabe qué pasa cuando recurren los unos a la famosa “licencia” y los otros a “redondear” su método.
También hay personajes de gran aplomo cuya experiencia les permite dominar cualquier situación. O al menos eso creen.
La siguiente anécdota sucedió en uno de los clubes “sociales” donde lejos de integrarse los elementos de la sociedad se establecían claramente sus diferencias.
En uno de los salones se jugaba a las cartas y aunque la ley prohibía que fuera por dinero, estos clubes estaban amparados por la “personería jurídica”...
Rodeaban la mesa algunos jóvenes de la “hi” pepiana y el viejo Rojas (ni tan joven ni tan de la “hi”).
El más desaforado de los jóvenes había perdido una gran cantidad de dinero y dando visibles muestras de desesperación se había retirado.
Todos quedaron comentando el infortunio del muchacho y alguno más informado hizo conjeturas sobre el origen de los fondos que había dilapidado y las gravísimas consecuencias que esto tendría para él.
Todos, menos el viejo Rojas, quien fiel a su fama de inmutable seguía barajando las cartas con los ojos semicerrados de costumbre y la cabeza inclinada a fin de evitar el humo del cigarrillo permanentemente en su boca.
Cuando el juego se había reanudado y todo parecía haber vuelto a la normalidad, reapareció el perdedor con los ojos llorosos y un revólver en la mano con el que amenazaba matarse si no le devolvían la plata.
Gran consternación en todos los presentes.
En todos menos en el viejo Rojas quien sin dejar de “orejear” sus cartas, con su voz aguardentosa, lentamente sentenció: “Para que salga la bala hay que apretar el gatillo”.
Todavía hay quien dice que fue un riesgo innecesario pero lo cierto es que la bala no salió.

sábado, 24 de mayo de 2008

ARTE Algunos seres humanos generan lo que otros percibirán; otros deberán adecuar su sensibilidad para percibir (comprender, recrear) lo que algunos produzcan.
Aunque la diversidad es inmensa, los materiales y herramientas no difieren demasiado ya que todos apuntan a remover recuerdos o a tocar puntos sensitivos en el plano físico o intelectual (espiritual, ¡bah!).Estoy hablando del arte genuino y de su disfrute (mejor: percepción) igualmente legítimo, no de las peroratas de los discapacitados mentales, imitadores de la vida.
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La sensación que produce una mancha roja sobre fondo gris en pintura puede compararse con un forte súbito en música. Lo mismo sucede en las demás artes a las que cualquier “efecto”pudiera traducirse.
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Es obligación de los receptores, trasmitir sus sensaciones y la actitud apropiada
para recibir los valores que producen estas sensaciones.
Es obligación de los artistas trasmitir la técnica con la que se puede comunicar estos valores.
Es obligación de todos mostrar que estos valores son el distintivo mayor de la raza humana y quizá la única cosa creada por nosotros que escapa a la programación genética (de alguna manera).
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Circunscribirse al manejo artesanal del arte, desechando toda la basura por erudita que parezca o por los apellidos que la firmen (no olvidar que el “prestigio”de la mayoría de los protagonistas es ficticio pues éste es buscado y logrado por gente ambiciosa que es lo mismo que decir tonta).Y entre los tontos no hay buenos artesanos (artistas).
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Juan Soto Bogliolo

VARIACIONES ENIGMA

Hace tiempo que construyo una casa flotante… Aunque pensándolo bien la estoy construyendo desde que nací. Su objeto principal consiste, claro, en su flotabilidad, luego su navegabilidad y quizá también algún tema a propósito de la estética. Pero lo que más me ha preocupado a través de los años ha sido su equipamiento.
Durante mucho tiempo pensé que toda la música que contuviera estaría confiada a Strawinski, Dvorak o Rimski-Korsakov. Con el tiempo fui aceptando a Ravel y Debussy. Hoy no concibo navegar sin llevar conmigo a los maestros Elgar o Frank.
Más difícil ha resultado elegir los códigos de navegación ya que de nada sirve analizarlos y considerarlos obsoletos o falsos. Las autoridades navales te obligarán de todos modos y sin atender razones a respetar los que ellos consideran apropiados.
Sé que en algún momento deberá hundirse, sin embargo intento construirla como para que sea eterna.
El choque permanente con otros constructores desgasta las pocas energías que me quedan y ronda en mi cabeza la idea de abandonar el trabajo. Además me doy cuenta que mi intelecto, hasta hoy considerado alma mater y factotum, juega un papel menos que secundario y la idea de la obra estaba ya en cada una de mis células.
Ahora disculpen que debo irme pues la tarea es ardua… en realidad no quiero… pero debo… perdón.

viernes, 23 de mayo de 2008

Anácdotas de un pueblo (dedicado) al Santo Pepe

Martín, así lo llamaremos, era un joven díscolo e insufrible cuya única finalidad en la vida (por ahora) era esperar la herencia que su padre, sabiamente, había postergado hasta que la mayoría de edad le diera alguna lucidez.
Cuando esto sucedió (lo de la mayoría, no la lucidez), Martín había preparado el acontecimiento de manera muy teatral: Contrató a los músicos de la banda y tomó el tren en la estación “Raigón” a pocos kilómetros de Santo Pepe. Al llegar a la estación, extendieron una alfombra roja y a los acordes de una pomposa marcha militar entró en la ciudad a paso triunfal, inaugurando una serie de dislates que solo podrían haber ocurrido en Santo Pepe…
Una de sus primeras acciones fue contratar a un negro para que entre otras cosas fuera detrás de él pagando todo lo que se le ordenara. La razón que daba era contundente: “Me asquea tocar plata”.
Seguidamente adquiere uno de los recién llegados Ford “T”con el único fin (creo) de cruzar sobre la plaza principal de Sto. Pepe; cosa que realiza hasta que lo detiene un guardia civil. Aunque aún no existía el protocolo actual entre contraventores y coimeros, el milico le advierte que deberá pagar cien pesos de multa. Martín se dirige al negro y le indica: “entréguele doscientos” y ante la perplejidad del agente explica: “es que ahora vamos a pasar para el otro lado”. En fin… con ésta y parecidas acciones (entre las que destaca el intento de llegar a EE.UU. en caballos criollos) Martín gasta el patrimonio tan duramente esperado. Mágicamente se convierte en un ser razonable y humano, trabajador responsable que con el tiempo llega a ser director administrativo del hospital de Sto.Pepe. Esta anécdota pierde interés hasta que Martín (tan menguados sus ingresos) debe reparar por sí mismo el piso de su casa. Sacando tablas podridas, descubre un cofre con miles de monedas de oro. Y… adivinaron (o merecerían haberlo hecho) volvió a transformarse en un energúmeno hasta que gastó hasta el último centésimo. Cuando lo conocí, era un respetable señor mayor que parecía haber sido muy buen mozo…

sábado, 10 de mayo de 2008

Anécdotas de un pueblo (dedicado) al santo Pepe

ANÉCDOTAS V.-
Ya que estoy con “garganta” voy a contar una anécdota muy jugosa:
Existía en Santo Pepe una emisora radial que organizaba cada tanto concursos para cantantes, músicos etc. Como se realizaba en una fonoplatea (palabra antediluviana que designaba un teatro desde donde se transmitían los programas en vivo) y como no existían en Santo Pepe demasiados lugares de esparcimiento, el lugar se llenaba de público.
En realidad no se trataba de melómanos ni de gente demasiado respetuosa. Iban con la esperanza de matarse de la risa ya que la mayoría de los “artistas” dejaban mucho que desear. La prueba de que ése era su propósito la da el hecho que los ganadores (invariablemente los peores concursantes) eran elegidos con el aplausómetro, instrumento de reciente creación (un decibelímetro ¡bah!) que se accionaba mediante los berrinches, silbidos y hasta algún aplauso del “respetable”.
Entre las virtudes de “garganta” destacan dos que son las verdaderas protagonistas de ésta historia: su gran oído y su proverbial temeridad. Si alguien tuviera dudas respecto de ésta última, bastaría recordar sus zambullidas al río Santo Pepe desde una barranca... ¡en bicicleta!...
De ésta valentía sin límites sacó el arrojo para enfrentar al público como un reciario en pleno circo romano.
Aquí debo hacer un paréntesis para presentar a los músicos “profesionales” que acompañaban a aquellos artistas que no lo hacían por sí mismos.
Era casi siempre un trío con tan poco respeto por los participantes como el público. Por lo menos uno de sus integrantes debía ser alcohólico (supongo que esa frase figuraría en el contrato).
A “garganta” le había tocado el número 3. Comienza el concurso y se adelanta el 1er. participante. Acomoda el micrófono, alza su bombo “legüero”(que queda entre su persona y el micrófono), exclama: ¡Bagualero!...: Y ya no se le escuchó nada mas pues el estruendo del bombo lo tapaba. Solo se veía su rostro gesticulando y cada vez mas colorado por el esfuerzo mientras el fragor del público amenazaba con volar los techos.
El 2do. concursante era tan desafinado que dolía. Los músicos hacían ingentes esfuerzos por seguirlo a las tonalidades que se mudaba. En eso el pianista le avisa al guitarrista: ¡Pasó a sol, pasó a sol!.A lo que el guitarrista, aburrido de tanto cambio, replica:
-Yo lo espero en fa, ¡ya pasará por acá!.
Aún duraba el estruendo que provocó esta actuación cuando raudamente sube “garganta” al escenario. Inmediatamente comienza su canción: “¡Tu corazón, es un barco, sin timón, sin timón!”...Etc. etc. Y es tan correcta y afinada su interpretación que el público comenzó a dar muestras de fastidio.
Creo que percibiendo eso, los músicos decidieron ponerle un grano de sal al espectáculo y sin previo aviso subieron un tono. “Garganta” sintió que algo raro pasaba pero sin darse cuenta subió ese tono y siguió cantando.
A los pocos compases y sin modulación los músicos subieron otro tono. Nuevo sobresalto de “garganta” pero también lo asume. Así siguen hasta que la tesitura se torna inaguantable. “Garganta” tuvo el tino de bajar una octava pero ya el desbarajuste era total.
Dejando de cantar, mira a los músicos y dice: -“¡Che, déjense de joder!”.-
Demás está decir que el público lo llevó en andas y fue el ganador indiscutido del certamen

viernes, 9 de mayo de 2008

Anécdotas de un pueblo (dedicado) al santo Pepe

Entre los “parroquianos” del taller destacaba uno muy gracioso a quien llamábamos: “garganta de lata”por los saltos destemplados que daba su voz en la edad de su desarrollo.
Como otros consuetudinarios, iba al taller a pasar el tiempo (¿perder?).
Un día estaba hojeando el manual de Arias Paz (mecánica de motos) cuando lo sorprendió una frase que a todos sus efectos hubiera dado lo mismo si escrita en chino:
-“Torque es el momento torsor del par motriz”
La repitió en voz alta muchas veces hasta que la memorizó y me pidió que se lo preguntara cuando entrara algún cliente desconocido.
Dio la casualidad que la siguiente persona que ingresó al taller (ojalá un cliente que por aquella época escaseaban) fuera el ”pardo” Amaro, excelente mecánico, recientemente contratado por una gran empresa de transporte y a quien “garganta” no conocía .
Le pregunté como al pasar:-Ché “garganta”¿Qué es el torque? Un instante de suspenso, se aclara la voz (por miedo a sus famosos “gallos”) y como quien va a recitar, se adelanta un paso y exclama: -Es el tormento motor del partiz!.-
Y el “pardo”,con sus ya de por sí grandes ojos azules desorbitados no pudo reprimir: ¡ QUE LO PARIÓ !!!!!!!!

martes, 6 de mayo de 2008

Provengo de una familia de artesanos.
Yo mismo me considero artesano aunque muchos dirán que la música es una profesión mas “elevada”... He comprobado que la solución de la mayoría de los problemas, tanto técnicos como inherentes a la estética que presenta el estudio de un instrumento se puede encarar del mismo modo que, pongamos por caso, en ebanistería.
Todavía quedan en santo pepe muestras geniales de piezas en madera realizadas por alguno de mis tíos. ¿Se nota el orgullo?
Lo cierto es que siento un gran respeto por quienes ejercen dignamente una tarea en que las manos (y el cerebro) modifican la materia creando objetos hermosos y eficientes.
A propósito de éstos últimos dos adjetivos, quiero decir que en algunos casos los considero sinónimos. Piénsese en la proa de un barco. Uno dice: -¡Es hermosa! Tal parece que nuestro inconsciente hubiera analizado los datos y hubiera decidido: Es apropiada.
El comentario anterior viene de prólogo a la siguiente anécdota que protagonizó (¿Cuándo no?) mi hermano Elbio.
Para la época en que sucedió, teníamos él y yo un taller de reparaciones de moto: “PYREM”.Nombre éste que tenía un sabor extranjero y por tanto exótico (el “comanche” lo pronunciaba: paiiream) pero que significaba: Precisión y responsabilidad en motos.
Un día de mucho calor (y lo enfatizo pues la temperatura influía en el carácter de Elbio) llegó al taller un cliente de esos que pretendiendo pagar menos, minimizan el desperfecto y por ende el valor de la reparación.
Concretamente decía: -“No debe tener nada, seguro que se desoldó un cablecito...
-“En realidad estaba marchando lo mas bien cuando...
Previendo lo que podía ocurrir me encargué yo de atenderlo y mientras revisaba la moto seguía la cantinela:-“Seguro no es mas que un cablecito desoldado... etc....
Yo podía sentir que en el fondo del taller mi hermano levantaba presión...
Hasta que no aguantó mas y lo vi venir como una tromba con un soldador en la mano que aplicó en el pecho del impertinente empujándolo y gritándole: -¡ Tomá, soldále vos el cablecito ¡¡¡

domingo, 4 de mayo de 2008

Anécdotas de un pueblo (dedicado) al santo Pepe

En verano, nuestros padres nos llevaban al río, al “Santo Pepe”, la “picada de Varela”. Punto de reunión de la “clase media” en la temporada estival.
Como socialmente éramos muy ignorantes, utilizábamos el periplo para educarnos en otros aspectos. Hoy hablaré del rubro ciencia ya que allí comprendí el principio de Arquímedes.
Mi hermano y yo nos zambullíamos y con gran asombro, lográbamos levantar piedras inmensas y trasladarlas con gran facilidad.
También cultivábamos la vanidad de sentirnos “atletas”.
Para registrar esto, pedimos a la “Mirunga” (nuestra queridísima madre) que nos fotografiara mientras “nadábamos”.
El nefasto resultado (luego de los muchos días que demoraban los revelados de las fotos) fueron los juanetes de la Mirunga en primer plano.