viernes, 24 de septiembre de 2010

¿FUTURO?

FLIZ CMPLE
Mi hija cumplía quince años y le organizamos la fiesta en un salón para que invitara a todos sus amigos. Esa noche, a medida que iban llegando, se acomodaban en el lugar asignado y enseguida abrían sus celulares y se ponían a conversar por medio de mensajes de texto, o a jugar con esos aparatitos maravillosos entre mensaje y mensaje.Era muy tierno verlos concentrados cada uno en la pantalla de sus sobrios y negros aparatos, como especificaba la invitación “elegante sport y celulares negros”. Qué grandes están todos, pensar que los conozco desde que hablaban entre ellos... Todavía les recuerdo la voz, algunos no me creen que cuando eran chicos hablaban y se miraban a los ojos. Yo no los corregía, claro; “ya van a crecer y van a aprender solos a no hablar”, pensaba.Cuando llegó el momento del baile, cada uno conectó los auriculares a su celular, eligió la carpeta de canciones que más le gustaba y entró a la pista. Daba la sensación de que todos estaban bailando el mismo tema. La entrada de mi hija fue apoteótica, exultante de emoción. Sus amigos se desesperaban por ser los primeros en hacerle llegar su texto de felicitaciones, moviendo a toda velocidad sus pulgares. Algunos, los más previsores, ya tenían el mensaje preparado y lo único que debían hacer era apretar “ok”. El teléfono de mi hija no paraba de vibrar y como era imposible leerlos todos, guardó algunos para más tarde. Me acerqué a ella y sin darme cuenta le dije: - Feliz cumpleaños, hijita.Ella me miró horrorizada y se apartó de mí. Preocupada, fui tras ella y le pregunté si le pasaba algo, si había hecho algo que la incomodara. Tomó el celular y me mandó un mensaje de texto:- M kres avrgnzar frnte a ms amgs? Hcme fvor, pra q stn ls tlfnos?No tuve más remedio que abrir el mío y mandarle mis felicitaciones- prdon, fliz cmplños, hjta. T am. Papa.Fue el cumpleaños perfecto. Cómo pasa el tiempo, qué viejo estoy, pensar que casi le doy un beso.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Los seres humanos formamos grandes grupos (como los países), más pequeños (como las ciudades) y aún más pequeños (los que reúnen gente de la misma profesión por ejemplo).


Una manera de identificar a qué grupo pertenece un individuo podría ser analizando sus costumbres. También nos ayudarían su ropa, sus rasgos etc. Pero sobre todo la manera de comunicarse. El idioma que habla, entendiéndo ésto también como los términos que usa, que le son familiares. Me ha pasado que escuchando una conversación entre médicos (en español) no entendí absolutamente nada.


Por otra parte, es tan personal la interpretación de cada vocablo, la sensación que produce en cada uno que es casi imposible trasmitir un concepto tal como lo entendemos y lo sentimos.



¿Por qué tanta cháchara? Porque se me ocurrió que, como casi todo lo que rodea al ser humano, esta condición es suceptible de ser tomada para la chacota.



Bergson decía que reírnos de nuestros defectos es un mecanismo correctivo. En fin, si alguien pregunta, no sé por que estoy tan divagante...

El asunto es el siguiente: Mi hermano, una persona culta y con cierta formación científica, charlaba en ocasión del primer alunizaje del hombre, con un campesino bastante bruto que no entendía muy bien el asunto.
-Así que ¿llegaron a la luna?
-Así es.
-¿Es verdad que trajeron piedras?
-Si señor.
-Y es muy lejos, ¿verdad?
-Muuuy lejos.
El hombre queda un momento rumiando los datos (a la luna a buscar piedras) y luego explota:
¡¡¡¡¡¡QUÉ BOLAS!!!!!!