domingo, 6 de abril de 2008

Anécdotas de un pueblo (dedicado) al santo Pepe

Cornelio Quevedo (juro que era su verdadero nombre) era un tipo desconcertante. Con mencionar que “sacó” la grande de la lotería dos veces el mismo año alcanzará para empezar a conocerlo.
Calvo hasta las rodillas y un poco regordete, cuando recibió la herencia de un tío al que casi no conocía, atendiendo el consejo de un sobrino se compró un automóvil. (Esto no es raro; un primo mío le regaló a su madre una pelota de fútbol).
Ya entrado en años, aprender a manejar le resultó ardua tarea. Que ni siquiera completó. En efecto, quedó debiendo su talón de Aquiles: “la maldita marcha atrás”.
Practicó durante unos meses y no hubo caso, seguía sin dominar ese engendro del demonio y aún parecía empeorar.
Ansioso por recorrer las rutas de la Patria, se atrevió a pesar de todo a dar el examen que exigía la licencia de conducir.
En Santo Pepe todo el mundo se conoce, por lo que el trámite se iba cumpliendo sin mayores sobresaltos hasta que llegó la prueba práctica.
Le tocó un inspector joven que parecía incorruptible, lo que dio al traste con sus planes de “coimearlo”. Cambiando entonces la estrategia, cuando le llegó la tan temida orden: -“Estacione marcha atrás”, poniéndose furiosísimo, le increpó:
-Mirá mocoso, vos sos muy gurí y no me conocés pero si estuviera aquí tu padre, él sí sabría que Cornelio Quevedo no retrocede ni para tomar impulso!!!
Increíblemente le fue otorgada la “libreta”

1 comentario:

ro dijo...

Qué personaje! Hay personas así, creo que sí. Yo tengo una tía que siempre tiene alguna salida así para no perderla nunca o si no, al menos empatarla. Me divertí leyendo tu texto. Creo que el humor es una cosa que te sale naturalmente. Si no te visito más es porque a veces no tengo tiempo. Estoy leyendo ahora porque me desvelé y si desvelarse tiene alguna ventaja es ésta. Besos